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reglas del gusto. Esta clase de edificio es tal vez la que admite más
libertad para sus caprichos; pero los caprichos deben ser hijos de una
invención delicada y no de la falta de habilidad y conocimiento de lo
conveniente.
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PLAN DE UNA CASA DE CAMPO,
ESPECIALMENTE CON RELACIÓN AL
REPARTIMIENTO PARA EL SERVICIO
DOMÉSTICO
Las conveniencias de la vida doméstica pueden considerarse como
el resultado final de la prosperidad y de la civilización de un pueblo.
Donde se hallan más generalmente difundidas allí hay mayor número
de familias felices, y donde estén llevadas a mayor perfección, allí está
la cultura social elevada, a un punto proporcionado. Bien se nota esto
en Inglaterra, donde todo extranjero, aun el más mimado en su país por
los halagos de la fortuna, echan luego de ver que las comodidades y
goces, dependientes de sus propios medios, se mejoran y acrecientan
por los que le proporcionan todos los demás objetos que le rodean,
dondequiera que, de tránsito o de asiento, se proponga gastar su dinero
para vivir a conveniencia. En los demás países, con más o menos
diferencia, no basta que un hombre de gusto se forme un recinto para
vivir con todas las ventajas que pueden comprenderse en el sentido más
lato de la palabra comodidad; porque, fuera de ese recinto, y si no es a
los cien pasos, a los doscientos, encontrará embarazos, molestias y
engorros, dependientes de la insuficiencia de medios, ya de parte del
gobierno, ya de la de los particulares, sin que sus facultades alcancen a
remediarlos ni disminuirlos. No sucede esto en Inglaterra, porque
siendo más general la prosperidad y más comunes los beneficios de la
civilización, cada cual se esmera en aplicarlos a su propio bien estar en
el campo y en poblado en lo interior de su casa, y en lo que fuera de
ella depende de su dirección. Así se ve que, en la ciudad como en la
aldea, navegando en buques británicos, o travesando los mu chos
caminos en que, por un suelo alfombrado, ruedan un sin número de
coches rivales en el arte de contentar al viajero; recibiendo los
obsequios del hospedaje en la casa de un particular, o pagando en las
posadas y fondas la extremada solicitud del servicio y asistencia,
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siempre y en todo lugar se encuentra aquel conforte, aquella holgura de
ánimo y de cuerpo, causada por la convicción de que cada uno cuida de
los demás cuidando de sí mismo. El inglés sacrifica el esplendor y la
magnificencia a los sosegados y modestos placeres de la felicidad
doméstica; con más ardor se encienden sus deseos por el retiro y
amistosa comunicación con pocos, que con el boato de la ostentación y
la vanidad. Por eso gusta tanto de vivir en el campo; por eso en sus
habitaciones campestres se nota mucho mejor aquel instinto de acertar
con todo lo más necesario y más propio para asegurarse una
conveniencia completa; y por eso reconocen las naciones la
superioridad de las casas inglesas en cuanto a las comodidades de la
vida, que procuran también disfrutar imitándolas. De esta preferencia
que los ingleses dan a lo cómodo debe resentirse necesariamente lo
brillante; no es, pues, extraño que la arquitectura clásica y de adorno
deje de llevar la primera atención, y aun muchas veces se vea ofendida,
especialmente en los edificios particulares. Pero el repartimiento
interior está en ellos ideado y ejecutado con tan escrupuloso
discernimiento que son pocas las casas cuyos aposentos no den mucho
que admirar por el número, forma y tamaño, atendido el poco ensanche
que tienen sus dimensiones.
En el número anterior dimos una idea del gusto y habilidad de los
ingleses en construir habitaciones campestres, presentando en la lámina
XXX la de un cortijo o casa de labor, que al mismo tiempo se
acomodase al servicio de una quinta o mansión de placer, pero
ocupándonos casi exclusivamente del modo de situarla y adornarla por
de fuera, y sin tratar de propósito del repartimiento interior. Este objeto
es el que de preferencia y casi exclusivamente nos suministrará ahora
materiales, explicando la lámina XXXVII, a la cual remitimos al lector.
Ella representa una casa de campo, en la cual, sin hacerse alarde con el
ornamento exterior, se ofrece un modelo de las comodidades interiores
para cualquier familia que, sin entrar en gastos desproporcionados con
una mediana fortuna, quiera reunir la elegancia de la arquitectura a
todos los desahogos y placeres de la conveniencia. Consúltase en el
modelo la circunstancia esencial de que la disposición de las piezas
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destinadas a la faena del menaje no perjudique ni a la decencia de trato
social, ni a la comunicación entre los aposentos y viviendas. Una puerta
de separación que hay en la antesala promediada entre el vestíbulo y el
pórtico divide enteramente las piezas de servicio de las de los altos de
la casa. Las alacenas o guardarropas se hallan contiguas al comedor y
se mandan por el pórtico. La vivienda de los criados está después de la
puerta que sale el pasadizo para ir al patio, y de este modo se les tiene a
mano, separados de la familia, aunque no lejos de ella. Las mismas
ventajas proporciona la cocina, en la cual hay una puerta enfrente de las
alacenas sin más destino que el de servirse por la comida. La espetera o
vasijería está totalmente separada; mucho más lo están el lavadero y
tendedero, sujetos a la inmediata inspección del inquilino, el cual,
según el plan que vamos explicando, debe hacer al mismo tiempo de
cocinero. Pegado a la vivienda de los criados se halla la recocina, y en
seguida, separado de toda vivienda, las despensas y paneras,
mandándose todas estas piezas al abrigo de un cobertizo con celosías
de emp arrado, que las hace accesibles en tiempo seco y lluvioso de
todo el año. Por la escalera excusada contigua a la cocina se va a los
entresuelos y al sótano, al que se baja también por otra que hay
emparejada con el cobertizo. En los entresuelos hay seis dormitorios
para criados de ambos sexos con la debida separación, y además una
pieza para provisiones. Entre el pórtico y la antesala hay un zaguanete
donde, al entrar, se dejan, sobre todo, sombreros, bastones, etcétera.
Junto a la ventana pudiera cómodamente ponerse un aguamanil; en la
misma pieza hay también un desaguadero. La entrada al comedor es
por la antesala, y dispuesta de modo que el servicio esté expedito desde
la cocina. El comedor está del todo independiente de los aposentos
interiores; pero por medio de una puerta mampara que da al vestíbulo
tiene comunicación con esta pieza sin necesidad de pasar por la
antesala, por el salón ni por la galería. Los nichos para colocar
candelabros en los aparadores y para poner rinconeras y demás
arrimadizos deben guardar proporción con el género de arquitectura,
que se adopta para el mismo comedor. El salón o estrado, la pieza de
almuerzo y la galería o librería se comunican de uno en otro y con el
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vestíbulo, de suerte que estas piezas están juntas y separadas, y la de la
librería, que puede servir de gabinete de estudio, se halla contigua al
estrado o salón de recibimientos, hermanando así la idea de la [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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