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ocho horas.
No es completamente estúpida agregó Swank . Se ha cortado el pelo y se lo ha teñido de negro. No deja
de moverse. Es evidente que no se propone abandonar la ciudad en un futuro inmediato. Yo le daría setenta y dos
horas antes de que la encuentren.
Eso significa que su pequeño informe ha puesto el dedo en la llaga dijo Gminski, mientras tomaba un
trago de agua . Y también significa que nuestro amigo está muy desesperado. ¿Dónde está?
No tenemos ni idea respondió inmediatamente Hooten.
Hemos de encontrarle.
No se le ha visto desde hace tres semanas.
Gminski dejó el vaso sobre la mesa y cogió una llave.
¿Entonces qué le parece? le preguntó a Hooten.
¿La aprehendemos? respondió el agente.
No será fácil agregó Swank . Puede que vaya armada. Podría lastimarse alguien.
Es una niña asustada dijo Gminski . Además, no pertenece a la organización. No podemos detener a una
persona normal en plena calle.
Entonces no durará mucho agregó Swank.
¿Cómo la detenemos? preguntó Gminski.
Hay formas de hacerlo respondió Hooten . La podemos sorprender en la calle. Ir a su habitación. Podría
estar en su habitación dentro de diez minutos, si saliera ahora mismo. No es difícil. No es profesional.
Gminski paseaba lentamente por la habitación, bajo la mirada atenta de todos los demás.
No soy partidario de aprehenderla dijo, después de consultar su reloj . Durmamos cuatro horas y
reunámonos de nuevo aquí a las seis y media. Reflexionemos mientras dormimos. Si logran convencerme, la
detendremos. ¿De acuerdo?
Asintieron obedientemente.
El vino surtió su efecto. Se le cerraban los ojos en la silla, logró trasladarse a la cama y durmió
profundamente. Sonaba el teléfono. La colcha estaba en el suelo y tenía los pies sobre la almohada. Sonaba el
teléfono. No lograba despegar los párpados. Su mente estaba entumecida y perdida en el mundo de los sueños,
pero un destello recóndito de lucidez le indicaba que el teléfono estaba sonando.
Abrió los ojos, pero todo parecía turbio. Miró el teléfono. Había salido el sol y las luces estaban encendidas.
No, no había pedido que la despertaran. Reflexionó un instante y decidió que estaba segura de ello. No había
ordenado que la llamaran. Se sentó al borde de la cama y escuchó el timbre del teléfono. Cinco, diez, quince,
veinte timbrazos. No iba a parar. Podía ser alguien que se hubiera equivocado de número, pero dejaría de llamar
después de veinte timbrazos.
No se habían equivocado. Empezaron a disiparse las tinieblas de su mente y se acercó al teléfono. A
excepción del recepcionista, tal vez su jefe, y quizás el servicio de habitaciones, no había un alma en el mundo
que supiera dónde estaba. La única llamada que había hecho había sido para pedir comida.
El teléfono dejó de llamar. Perfecto, alguien se había equivocado de número. Se dirigió al baño y empezó a
llamar de nuevo. Contó. Después de catorce timbrazos, levantó el auricular.
Diga.
Darby, soy Gavin Verheek. ¿Estás bien?
¿Cómo has sabido dónde encontrarme? preguntó, después de sentarse al borde de la cama.
Tenemos nuestros métodos. Escúchame...
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Un momento, Gavin. Un momento. Déjame pensar. Las tarjetas de crédito, ¿no es cierto?
Efectivamente. La tarjeta de crédito. El sendero documental. Somos el FBI, Darby. Tenemos formas de
averiguarlo. No es tan difícil.
Entonces también podrían hacerlo ellos.
Supongo. Instálate en lugares pequeños y paga al contado.
Se le formó un nudo en el estómago y se tumbó sobre la cama. Así de fácil. Sin ninguna dificultad. El
sendero documental. Podían haberla matado ya.
Darby, ¿estás ahí?
Sí respondió, al tiempo que miraba la puerta para comprobar que estaba trabada con la cadena . Sí, aquí
estoy.
¿Estás a salvo?
Eso creía.
Tenemos cierta información. Se celebrará un funeral mañana a las tres en el campus, seguido del entierro
en la ciudad. He hablado con su hermano y la familia me ha pedido que participe en el duelo. Llegaré esta noche.
Creo que deberíamos vernos.
¿Por qué?
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