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haga largar dentro de este cuadro. ¿Qué puede hacerles un hombre
solo? Pues que haga la prueba, y verá que Gómez no puede servir
contra su Patria.
Pocos momentos después, Gómez caía bafliado en su sangre,
mártir obscuro de su fe política, sin pensar siquiera que la posteridad
recordaría algún día su nombre con admiración.
A Albarracín se lo ve figurar una vez más en las Republiquetas
del Alto Perú, mandando una división de caballería el año de 1817, en
la batalla de las Garzas.
En cuanto a su compañero Salazar, más feliz o más desgraciado
que él, se ha perdido en la obscuridad de las filas de los soldados ra-
sos, en que combaten y mueren tantos héroes ignorados, dignos de la
corona de la inmortalidad.
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LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN
Doscientos mil setecientos y treinta y seis ducados, nueve reales, en
frailes, monjas y Para que rogasen a Dios por la, prosperidad de las almas del
Rey. Setecienlos mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías, etc,
etc- (Cuenta del Gran Capitán Gonzalo de Córdoba).
Entre picos y azadones, cien millones.-(Proverbio sobre las cuentas del
Gran Capitán).
Ellos (los tesoreros) produjeron sus libros, por los cuales Gonzalo de
Córdoba resultaba alcanzado en grandes cantidadespero él trató aquella de-
manda con desprecio, y se propuso dar na lección, así a ellos como al Rey, de
la manera cómo debía tratarse a un conquistador. -(QUINTANA. Vida del
Gran Capitán.)
El Rey, al principio condescendió en oír las quejas que ciertos oficiales
del tesoro. presentaban contra la prodigalidad y derroche con que Gonzalo
había manejado los fondos públicos... El Rey, avergonzado del papel que
estaba haciendo, puso fin al asunto, considerándolo como una burla. El pro-
verbio vulgar de las Cuentas del Gran Capitán atestigua la verdad de esta
anécdota (PRESCOTT. Historia de los Reyes Católicos.)
Al aceptar el mando, Washington ha declarado que nos presentará una
cuenta exacta de sus gastos, pero que no recibirla ni un chelín como sueldo -
(Life of Gerry.)
No he descuidado anotar ninguna de las sumas de que pudiera ha-
cérserne cargo fluenta de JORGE WASHINGTON).
Declaro no deber ni haber debido nada a nadie-(Testamento del
GENERAL SAN MARTIN).
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I
Han pasado cien anos, y la aurora de la inmortalidad se levanta a
la vez sobre una cuna y una tumba, como esos dobles resplandores
polares, que en medio de la noche devuelven al ecuador, en forma de
coronas de fuego, las luces magnéticas que se condensan en los extre-
mos del mundo y de las edades.
Celebramos hoy el primer centenario del Gran Capitán de la
América Meridional, el general José de San Martín, nacido en Yape-
yú, muerto en Boulogne Sur Mer, y glorificado en los tiempos por sus
hechos.
Al afirmar en sus sienes la corona de hierro de los libertadores,
fundida con los eslabones de la cadena rota por su espada, vamos a
tomarle cuentas en prosencia de su posteridad, hasta de la última mo-
neda de cobre que pasó por sus manos, para aquilatar así el metal de
sus estatuas y determinar la liga del barro humano y del espíritu etéreo
de su naturaleza. El arte ha modelado ya su figura varonil en el bronce
de la gloria póstuma, como la síntesis plástica de su genio heroico.
La geografía ha trazado con líneas profundas o de relieve, como
las cordilleras y los mares, su itinerario continental, marcando sus
grandes etapas con naciones independientes que atestiguan su paso.
La historia ha consignado en sus páginas los grandes hechos del
guerrero y del político que con la pagión de su tiempo y la visión del
porvenir combatió y trabajó por una idea para bien de los vivos y de
los nereados.
La biografía nos ha dado su retrato alumbrando las facciones
simpáticas del hombre con la lámpara encendida en los destellos de la
vida.
Pero a lo íntimo de su alma no ha penetrado todavía la luz plena-
ria. Tal sucede en esos templos misteriosos, exhumados de la lava del
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volcán, de que sólo se conoce el frontispicio, ignorándose su arqui-
tectura interna, allí donde estuvo el altar y donde ardió la llama puri-
ficadora de la divinidad.
Los grandes hombres que como San Martín realizan grandes co-
sas, no son sino almas apasionadas, que elevan sus pasiones a la po-
tencia del genio para dilatarlo en bien de sus semejantes.
Ellos marcan la intensidad de las pulsaciones de una época, de
las cuales se deduce una ley positiva, reveladora de las fuerzas mora-
les en actividad y de la persecución de las ideas circulantes en la masa
humana. Manifestaciones de una vida múltiple, generadoras del mo-
vimiento fecundo, obran sobre su tiempo como acción eficiente, que se
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